Cliché
Guerrillero Heroico, así se llama la imagen ultra conocida de Ernesto el Che Guevara. Es la escogida entre dos únicos disparos que Alberto Korda le hizo el 5 de marzo de 1960 durante un funeral en La Habana. En su momento pasó casi desapercibida para todos, incluso para el autor que se limitó a colgarla tímidamente en una de las paredes de su estudio. Las estadísticas dicen que desde su aparición oficial en el año 67, justo después de la muerte de Guevara, ha sido hasta hoy la imagen mas reproducida de la historia y el icono gráfico más conocido del mundo en el siglo XX. Un cliché.
La imagen es también el sello de la revolución cubana. A lo largo de la isla aparece repetida muchas veces por todo tipo de razones: turísticas, artísticas, políticas. Es lo que mejor les recuerda al héroe. Es el símbolo predilecto de su pasado victorioso. Se vende bien también.
Hace un par de años, durante un viaje a Cuba, me propuse dispararle cada vez que se apareciera frente a mi, sin dedicarle mucho tiempo a componer ni a decidir. A veces casi a lo vaquero. La prioridad era utilizarla como punto focal en la composición. Lograr que se convirtiera en un peso obligatorio alrededor del cuál se organizaría el resto de la foto.
Nunca he visto al cliché como algo necesariamente malo. Ni en el arte ni en la vida. Lo único que me importa cuando alguien lo retoma, o yo mismo lo abordo, es que sea evidente la intención de hacer algo novedoso con él. Que se note un giro. Que sea tan sólo uno de los elementos en la obra o en la pieza. No la obra ni la pieza.
Noviembre 26 de 2012