Gorgona
“Yo nunca entro solo a ese lugar. Tampoco lo hago sin antes haberme echado por lo menos una bendición”, dice el hombre que desde hace años administra el hotel contiguo a las ruinas de la antigua Prisión Gorgona. Lo dice porque conoce ese retazo de isla y sabe de las sombras y los ecos que lo habitan. Se cuida de invocar el pasado de horror que vivieron por igual guardias y reclusos, durante los veinticinco años en que fue cárcel y sepulcro. Horror que todavía hoy se escurre entre el concreto y la manigua. También quedan textos y dibujos. Que aún no borran ni la selva ni el olvido.
Imágenes tomadas con el teléfono Nokia N95 para el evento Embajadores Nokia 2009.
Marzo 21 de 2012